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En un momento en que el cambio climático replantea nuestra relación con la naturaleza, la gestión forestal emerge como un imperativo para la adaptación y mitigación. La presión sin precedentes recientes sobre los bosques exige una acción urgente para proporcionar servicios esenciales y promover la resiliencia socioecológica. Es necesario reconocer su potencial y transformar nuestros bosques en una "infraestructura verde" que contribuya a enfrentar los desafíos del cambio climático.
La gestión forestal, pilar fundamental para la resiliencia al cambio climático

En el umbral de una era definida por el cambio climático, la gestión forestal emerge como un imperativo ecológico y un pilar fundamental para la resiliencia y sostenibilidad de nuestras sociedades. Actualmente los bosques enfrentan una presión sin precedentes en el pasado reciente, que debilita su capacidad para ofrecer servicios ecosistémicos esenciales. Anomalías climáticas como olas de calor, sequías y otros fenómenos extremos, han exacerbado el estrés en los bosques, llevándolos a una situación límite en algunos casos; reduciendo la captura de CO2, y disminuyendo la producción de recursos hídricos, madereros y no madereros.

El estrés en los bosques, a menudo atribuido exclusivamente al cambio climático, es en realidad también un producto de la compleja interacción entre este fenómeno global y la evolución de los paisajes rurales. En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo extensas superficies han sido recolonizadas por masas boscosas densas y homogéneas, que mostrarían menor capacidad de adaptación al cambio climático, y que en su mayoría no son gestionadas. Un ejemplo de ello lo encontramos en Cataluña, donde alrededor de un 64% de la superficie es boscosa y sólo el 30% de ésta cuenta con una planificación (requisito indispensable para la gestión forestal). Esta falta de gestión se debe a una combinación de factores, entre los que destacaría dos: la baja rentabilidad de las explotaciones forestales bajo esquemas convencionales y el declive generalizado de la actividad en el ámbito rural.

En este contexto, la gestión forestal sostenible se presenta como una solución capaz de mitigar estos efectos negativos, restableciendo la capacidad de los bosques para producir servicios ecosistémicos, y reduciendo el riesgo de incendios extremos. Es una solución basada en la naturaleza que, en el marco de una adecuada planificación territorial, y en combinación con otras actuaciones como la agricultura y ganadería sostenibles y la gestión hídrica integral, puede conducir a la regeneración de paisajes de tipo mosaico, más resilientes ante el cambio climático.

La creciente acumulación de información científica representa una luz de esperanza en el camino hacia una gestión forestal más sostenible y efectiva, orientada hacia la maximización de los servicios ecosistémicos críticos para nuestros territorios. Hoy en día, disponemos de una amplia gama de estrategias de manejo forestal diseñadas para abordar necesidades específicas además de la producción maderera, como la reducción del riesgo de incendios, la mejora de la biodiversidad, la optimización del rendimiento eco-hidrológico o la captura de una mayor cantidad de CO2. Paralelamente, el avance tecnológico juega un rol fundamental, ofreciendo herramientas innovadoras para cuantificar, monitorear y modelizar los cambios en los ecosistemas, y diagnosticar el estado sanitario de los bosques.

Sin embargo, la creación de paisajes resilientes va más allá de la definición de técnicas de gestión; requiere del planteamiento de modelos socioeconómicos viables en el largo plazo, que incorporen el valor del capital natural y que viabilicen la gestión forestal sostenible a través de incentivos claros y efectivos, permitiendo salvar las brechas anteriormente expuestas. Ya existen algunos ejemplos, como el proyecto Life Climark, que ha permitido desarrollar un Sistema de Bonos Climáticos Forestales para financiar la gestión forestal multifuncional (con beneficios cuantificables en captura de CO2, cosecha de agua y biodiversidad) a través del financiamiento de empresas. Otros esquemas de pago por servicios ambientales, como el implementado en California por North Yuba Forest Partnership, han permitido financiar la gestión forestal sostenible en decenas de miles de hectáreas, contribuyendo a la prevención de incendios y la cosecha de agua azul, mediante la creación de un bono que vehiculiza el financiamiento de actores públicos, privados e inversores.

La tarea de proteger y regenerar nuestros bosques es una responsabilidad compartida que requiere de innovación y creatividad. Ninguna fórmula es suficiente por sí sola, y se requiere contar con múltiples incentivos y mecanismos -públicos, privados, de innovación social y mixtos- que se ajusten a las realidades diversas de los territorios. Es momento de reconocer la gestión forestal sostenible en su real dimensión; como una herramienta que permite armonizar la conservación con el desarrollo socioeconómico, replanteando los bosques como una “infraestructura verde” que puede contribuir a generar paisajes más resilientes ante el cambio climático.

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OpiniónCambio climáticoco2gestión forestal

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