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El pasado 26 de junio, la Comisión Europea adoptaba las guías o directrices de reporte no financiero. Estas guías, de aplicación no obligatoria, pero sin duda de un fuerte carácter prescriptor, tienen la intención de orientar de forma más concreta la aplicación de la Directiva 2014/95/EU de divulgación de información no financiera y diversidad, que por otra parte los Estados miembro de la UE tenían la obligación de transponer a las normativas nacionales antes del 6 de diciembre de 2016 y que se ha llevado a cabo de manera desigual

Estas guías de reporte no financiero recientemente adoptadas son el resultado de un proceso participativo liderado por la Comisión Europea, compuesto por consultas públicas y talleres con diversos actores europeos, dando como resultado un ejercicio que llama a avanzar en la transparencia de la información no financiera, en el contexto de una agenda internacional marcada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Un aspecto a destacar de las guías aprobadas, entre otras cuestiones, es la ampliación del enfoque de la diversidad, incluyendo la discapacidad. Una “variable” de diversidad, que está reconocida en la normativa europea de no discriminación y que además es objeto de una Convención específica de la ONU, la primera que tiene a la UE como parte firmante: la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que representan cerca del 16% de la población de la UE y más de 1000 millones en el mundo. Una “variable” de diversidad, la discapacidad, que en la práctica se ha ido integrando de forma creciente en las estrategias empresariales, entendiendo que además de promover la inclusión social, se pueden generar oportunidades de negocio y ventajas competitivas.

Tras la incorporación de la discapacidad como parte de la agenda europea de RSC aprobada en 2011, y todavía vigente, su inclusión en las nuevas guías de reporte no financiero es otro importante paso que afianza el valor de la diversidad en un sentido amplio y consolida la dimensión social de la sostenibilidad, pensando en una Europa para todas las personas. Así, la discapacidad se ha integrado en las nuevas guías que orientarán el reporte no financiero en Europa, como parte de la diversidad de la plantilla, como cuestión relacionada con los/as consumidores/as (la accesibilidad), como tema de derechos humanos, con mención específica a la citada Convención de la ONU, o como un criterio de diversidad en los consejos de administración. Incluso ejemplos de indicadores o “KPIs” sobre discapacidad se han reflejado en el documento (como el número de personas con discapacidad empleadas, o el grado de accesibilidad de las instalaciones, documentos y sitios web).

Sin duda se trata de un camino de mejora en el que ha habido, no sin dificultades, diversos avances que demuestran el posicionamiento de la discapacidad en las agendas europeas relacionadas con la RSC y la sostenibilidad. Avances a los que, al igual que en el caso de la estrategia europea de RSC de 2011 y las nuevas guías de reporte no financiero, la Fundación ONCE ha contribuido, siendo procesos además en los que he tenido el placer de participar personalmente.

Esta Fundación, asimismo, ha impulsado iniciativas europeas e internacionales que han aportado su grano de arena en el ámbito que nos atañe, como la Guía elaborada conjuntamente con Global Reporting Initiative de aplicación internacional “La Discapacidad en las memorias de Sostenibilidad”, cofinanciada por el Fondo Social Europeo y que incluye indicadores concretos y ejemplos de grandes multinacionales, o la Red Europea de RSE y Discapacidad, también cofinanciada por dicho fondo, desarrollada entre 2009 y 2015 y que está a punto de renovar su andadura.

Algunos otros ejemplos de esta consolidación que podrían destacarse son la inclusión de la discapacidad en ámbitos o movimientos “confluyentes”, por decirlo de algún modo, con el de la RSC, como son el de los derechos humanos y la empresa o por supuesto el hecho de que la discapacidad forme parte, con menciones expresas, de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Cada vez resulta más complicado, digámoslo así –y afortunadamente- obviar la discapacidad en las estrategias, el desempeño y el reporte de las organizaciones.

Por concluir con una mención a nuestro país, en España no resulta desdeñable tampoco la inclusión de la discapacidad en instrumentos como la Estrategia Española de RSE 2014-2020, con múltiples referencias, o en el reciente posicionamiento de Spainsif, el foro español de la Inversión Socialmente Responsable, sobre una ISR transparente. Avances en los que también ha tomado parte la Fundación ONCE, y que paso a paso contribuyen a ir generando un contexto de “valor compartido” cada vez más inclusivo, y de entendimiento de que la rentabilidad económica puede ir de la mano con la inversión social, en un camino en definitiva hacia un mundo más sostenible, contando con la participación activa de las personas con discapacidad.

Carla Bonino, Departamento de Programas Europeos de la Fundación ONCE

 

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