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Garbiñe Muguruza se va, así lo anunciaba hace unos días, dejando una exitosa carrera que la ha llevado a ser la mejor tenista española del siglo XXI, para iniciar una nueva vida alejada de la pista y la competición. Y lo hace con alegría. No es la renuncia de alguien que no tiene más remedio, sino de alguien que quiere disfrutar de otra forma de vivir.
¿Y si la “Gran Renuncia” fuera la solución?

Sus palabras, en una reciente entrevista en el Diario El País[1], me conectan con el fenómeno de la “Gran Renuncia” o la “Gran Dimisión”, que algunos han dado por muerto y quizás convenga revivir. Garbiñe llevaba más de un año alejada de la gran competición y ello le ha permitido “ir descubriendo el extraordinario encanto de la normalidad y lo cotidiano.” Ella misma relata en la entrevista, que su alejamiento de las pistas, desde principios del 2023, le permitió darse cuenta de que se sentía muy bien, que comenzó a recibir señales de que era la hora de terminar: que le apetecía hacer otras cosas, que se sentía liberada de la presión de competir, del sacrificio de estar al máximo siempre, aliviada de no vivir bajo una exigencia continua. La que fuera campeona de Roland Garros, Wimbledon y la Copa de Maestras, considera que “la disciplina que hay que tener para mantenerte es durísima, casi insostenible” y que le llegó a agotar mentalmente.

Como bien relata Garbiñe, este tipo de decisiones no surgen de la nada y de repente, son producto de estar atentos a lo que sentimos en cada experiencia que tenemos. Se trata de un auto feedback que obtenemos cuando interpelamos a nuestra experiencia diaria, que procede de nuestra sabiduría interior, a la que no solemos escuchar, preguntar y prestar atención porque estamos deslumbrados, anestesiados y abducidos por el feedback externo del éxito, la popularidad, el poder, la fama, el dinero, la riqueza material o el reconocimiento.

Garbiñe escuchó la voz de su sabiduría interior durante el Covid. Como ella misma relata,  no jugó y tuvo un parón de seis meses y se dio cuenta de que “oye, pues esto no está tan mal”.  Le perdió el miedo a parar, a dejar de hacer, a descansar y se dió cuenta que competir no era tan importante en su vida, que no lo echaba tanto de menos.

Cuando escuchas la voz de tu sabiduría interior y conectas con lo que de verdad es importante para ti, esos cantos de sirena que el mercado y el sistema nos grita por todas partes, dejan de escucharse o no se les da tanta importancia. Dejamos de guiarnos por el “eres muy jóven para retirarte, todavía puedes ganar más”, “te vas a arrepentir y será tarde para volver” y le hacemos caso a lo que nuestro ser nos susurra.

En 2021, 47,7 millones de personas renunciaron a sus trabajos en Estados Unidos alegando estrés laboral crónico, desmotivación, insatisfacción vital, problemas de conciliación o cambios de prioridades. En 2022, se alcanzó un nuevo máximo histórico: 50,5 millones de renuncias. El fenómeno viajó a Europa y también a España, aunque de manera más discreta. De hecho en nuestro país transformamos la “gran dimisión” en “renuncia silenciosa”: trabajadores que se quedan pero están desmotivados, insatisfechos, poco implicados, que cumplen con su horario y tareas, sin ir más allá.  El Foro Económico Mundial la define como "el arte de no tomarse el trabajo demasiado en serio".

Garbiñe Muguruza, y todas las personas que han dado nombre a la “gran dimisión”, la “renuncia silenciosa” y otros fenómenos similares, simbolizan realmente “la gran decepción”: el desencanto con un sistema que nos prometió vivir mejor si nos esforzabamos por ser más competentes, más productivos, más competitivos, más resilientes, más flexibles…; que nos hizo creer que la felicidad estaban en tener más y más; que el mérito consistía en lograr cada vez más y más resultados, en superar a otros, en demostrar que éramos mejor que los otros, convirtiéndolo además en la quintaesencia de la autoestima. El resultado es que no vivimos mejor, ni somos más felices: los indicadores de estrés y salud mental no dejan lugar a dudas; tampoco trabajamos menos horas como consecuencia de todos los avances tecnológicos, sino muchas más, y nuestra autoestima está por los suelos: el éxito de las redes sociales y su cultura del like me parece el mejor reflejo de ello.

La Generación Z lo ha visto claro, no quieren la vida de sus padres o abuelos. El mandamiento del sacrificio para progresar en la vida, no se lo creen. Ya han comprobado que no garantiza nada: en forma de despidos de sus progenitores, en forma de paro de muchos de ellos a pesar de haber estudiado largas carreras universitarias. En las generaciones precedentes, muchos han abierto los ojos y se han dado cuenta que no todo es trabajar, que se puede apostar por otra manera distinta de vivir. Que no están dispuestos a someterse a una rutina que los mantenga alejados de sus hijos casi todo el día, que no quieren pasar sus horas encerrados en un entorno en el que tiene que convivir con mucha toxicidad humana, malos ambientes, trato inhumano o relacionarse todo el día con máquinas.

La “renuncia silenciosa” explica el bajo compromiso de las personas con sus trabajos y sus empresas, que según los últimos informes de la consultora Gallup, se sitúa el 10% en España y el 13% en Europa. La tolerancia al trabajo asalariado en las grandes empresas está cayendo en picado. Jo Constantz, en Bloomberg, considera que la era de la devoción incondicional al trabajo está llegando a su fin. Muchos ya no están dispuestos a vivir para trabajar. En los últimos meses varias mujeres al frente de multinacionales han decidido dar un paso atrás renunciando a sus puestos para priorizarse a sí mismas: Helena Helmersson, CEO de H&M, Susan Wojcicki, máxima responsable de YouTube, Marne Levine, responsable de operaciones de Instagram, Meg Whitman en HP, Ginni Rometty en IBM[2].

El sector de la hostelería está teniendo serias dificultades para prestar sus servicios, más del 50% de los bares y restaurantes tiene problemas para conseguir empleados[3]. La gente no quiere trabajar en la hostelería debido a las malas condiciones laborales. La situación está llegando a tal extremo que algunos restaurantes se están viendo obligados a cerrar en fechas señaladas, en temporada o definitivamente.

En lo que va de años, 5 dueños de empresas, de distintos sectores y bien posicionadas me han compartido que no quieren crecer más a costa de complicarse la vida y dejar de vivir. Parece que Garbiñe Muguruza no está sola. Hay un cierto clamor contra un sistema de producción que impide vivir y está generando mucho malestar. Es verdad que no todo el mundo se puede permitir el privilegio de renunciar, pero quizás los que pueden deben dar ejemplo y hacerlo para cambiar las cosas de forma que el mundo del trabajo mejore para todos y sea más amable y saludable para el ser humano. Renunciar al sistema y el modo de vida que genera puede ser la solución para cambiarlo porque sin trabajadores, por mucha inteligencia artificial que inventen, va a ser difícil sostenerlo, si productores, no hay consumidores.

Quizás la “gran renuncia” pueda verse como un ejemplo de resiliencia, una respuesta ante la situación  de sufrimiento, estrés y alienación que muchas personas están padeciendo a causa del trabajo. Abandonar es una forma de tomar las riendas de la propia vida, recuperarse del agotamiento y el sin sentido de un sistema obsesionado por acumular y crecer sin límites, saliendo fortalecido de todo ello. 

 

[1] “Garbiñe Muguruza: “¿Que podía haber ganado más? Y también menos, ¡no te fastidia!”. El País. 20/04/24. https://acortar.link/NRVnly

[2]“ Lo que la renuncia de algunas de las mujeres más poderosas del mundo nos dice”. Mujeres a seguir. Febrero 2024. https://acortar.link/ycT1du

[3] Noticias Antena 3. Marzo 2024. https://acortar.link/vKnZ6V

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