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En mi anterior artículo comentaba algunos de los más claros impactos que la tecnología y especialmente el advenimiento de la IA están ya provocando en la comprensión de la vida social. La primera idea con la que debemos quedarnos es que la IA no es tan solo un producto más del avance científico y técnico, sino un enorme constructo de avances experimentales repletos de ideas y prácticas.
El impacto de la IA en la comprensión de la persona humana (III)

La IA no ha venido a la sociedad como una herramienta más, producto de los avances científicos y técnicos, sino que, con la IA, está ocurriendo algo parecido a lo que sucedió, en su momento, con el pensamiento griego, el cristianismo o la industrialización. Viene con todo, como un gigantesco sistema de relaciones, contenidos, ideas e, incluso, ideología. No es algo baladí decir que la IA se relaciona directamente con la ética instrumental o el pragmatismo, porque lo que expresa es que la IA no es algo neutral en ninguno de sus extremos y tampoco es algo que quepa aislar como disciplina, sino que debe comprenderse como algo transversal, que se ha introducido en la sociedad y la propia vida de las personas. Esa idea es la que, de forma fundamental, he procurado introducir en los dos anteriores artículos[1]. Incluso añadía, en mi último artículo, la importancia del propio contexto social, que se experimenta actualmente en la sociedad española y europea sobre la grave pérdida de lo que significan los Principios, que deben legitimar el funcionamiento institucional, en favor de normas jurídicas intercambiables y, por ende, la disgregación consiguiente de la autoridad moral de las propias instituciones. Este es un problema añadido, pero de fondo, que,  en España y en buena medida en Europa, se expresa con la deslegitimación institucional observada en el conjunto de las instituciones. Por todo ello, tenemos que tener en cuenta, que la IA puede ser un producto emocionante, sin embargo, es un proyecto limitado en su origen, porque el transhumanismo tiene poco que decir sobre la persona humana. Parece que la entiende como si fuera un producto modificable y mejorable.

Con estos breves comentarios, puedo ya concluir que la IA lleva en su maleta dos cosas: lo que la propia ciencia aporta como avance tecnológico, y, además, un conjunto de importantes contenidos, ideas y propuestas, como son, dicho de una forma muy amplia, el singularismo (individualismo extremo) y la ética utilitarista. Es decir; casi toda una filosofía, que afecta directamente a una forma de comprender al ser humano. Entiendo que esto es lo más importante, porque sus contenidos se ocupan, realmente, de la herida que la IA puede estar produciendo en las mentalidades y la vida real de las personas. La IA, repito, no sólo ofrece tecnología y soluciones sino toda una filosofía. Por ello mismo, para pensar sobre la persona humana debemos aquilatar muchos niveles de problemas y extenderlos a muy diferentes ámbitos de opinión e investigación. Dada la dimensión tan enorme de temas, voy a comentar muy brevemente algunas cuestiones y dejo para artículos de mayor desarrollo, la gran cantidad de cuestiones y problemas concretos que ya iré tratando en otros desarrollos.

Frente a este conjunto de hechos, quizá de imposiciones que nos obligan, caben diferentes reacciones. Una primera, y muy importante, es considerar seriamente lo que aconsejan mucho otros autores: no podemos aceptar una filosofía, sometida al imperio exclusivo de la tecnología, y su derivada concepción de lo que es la persona humana, (Por ejemplo, J. Conill, 2019).  Pero también, una segunda derivada no menos importante: nos encontramos ante el deber de recurrir a lo que nuestra propia historia aporta y reflexionar sobre las nuevas perspectivas filosóficas que ya se observan en el ámbito de las ciencias sociales y de otras muchas disciplinas que deben entrar en este debate (Por ejemplo el completo de texto de J.A. Pérez Tapias, 2019). Lo más importante es no dejar al margen aquel conjunto de importantes cuestiones teóricas que no resuelve la pura investigación científica. Para reflexionar sobre la persona humana debemos saber de dónde venimos y hacia donde debemos ir; es una cuestión de responsabilidad moral.

En mi opinión, esta propuesta debe ser una exigencia. Existen, todavía, muchas cuestiones relacionadas con lo que significa la persona humana, la ética y sus cuestionamientos morales sobre el sentido de la vida, la dignidad humana, a las que afecta directamente la IA. Muchos investigadores dan por hecho cuestiones que, a mi modo de ver, no quedan del todo resueltas. Por ejemplo, algunos planteamientos científicos, muy pegados al racionalismo piagetiano o al pragmatismo tradicional, consideran que los niños descifran la moral por ellos mismos o a través de etapas en su desarrollo, expresando la correspondencia entre moral y capacidad cognitiva  (J. Haidt, 2019, pp. 23-142). Correcta descripción de un problema, pero limitada.  Porque hay otros autores, también pegados a los recientes avances científicos, que, reflexionando sobre la mente y el cerebro humano, estiman que no hay condiciones para pensar que determinadas nociones no pueden integrarse en una máquina o, incluso, programarse más allá de los objetivos del programador. Parece que la mente humana debe ser algo que tiene capacidades que no pueden describirse mediante ningún tipo de términos computacionales (R. Penrose, 2012). No todo es matemática.

No olvidemos, que algunas reflexiones, derivadas de la IA, nos pueden aproximar a una especie de determinismo anónimo, tan propio de la ética instrumental o el más extremo de la ética utilitarista, al que, incluso, alerta la propia reflexión científica. La cuestión verdaderamente importante de lo que llevo comentando es aquella que apela a la naturaleza del ser humano, a sus potenciales exigencias y posibilidades. No cabe reducir la ética o la moral a una cuestión exclusiva de valores a imitar o a una pura cuestión de matemáticas. La vida humana exige dirección, objetivo e intención y engloba a toda la persona humana en su conjunto en torno a la idea constitutiva de dignidad, bien y verdad.

Son muchas las reflexiones, normalmente no aclaradas, que se vierten en contra y a favor de la IA. Pero, la mayoría, nos conducen al misterio propio del ser humano: ¿Cómo resolver el hecho de relacionar el bien con la verdad? ¿Si se relaciona el bien con la verdad se está asociando la conducta con el deber obligado de hacer lo que se debe hacer respecto a algo? ¿Se convierte la verdad en una determinación directa de la conducta ética? ¿Quién o qué son los últimos responsables de las decisiones? Si las máquinas pueden llegar a tener una mayor capacidad de actuación y más tareas que suelen llevar las personas ¿hemos de atribuir a las máquinas una responsabilidad moral? Y, por otro lado, ¿qué concede al hombre su dignidad propia como ser vivo con libre autodeterminación?

En la ética clásica, la responsabilidad y la moral consiguiente de las acciones, recae en el sujeto que actúa a sabiendas de lo que hace y con intencionalidad definida; pero para muchos autores, la IA ya empieza a tener su propia historia que no concuerda con lo dicho. Por ejemplo, cuando una aplicación hace algo en un contexto de acción particular, puede que ya no quede o quién la creo o quién la utilizó primero y como se debería distribuir la responsabilidad entre las diferentes partes utilizadas. Es un sistema muy interconectado donde a lo largo de todo el proceso en el tiempo se diluye el propio concepto de responsabilidad. Todos producimos datos que derivan de nuestras actividades digitales con el uso de las RRSS o compramos productos on line; en la práctica, toda la sociedad está involucrada. Por eso mismo la gestión de los datos es un proceso proactivo que ya interviene, incluso en la toma de decisiones en muchos otros ámbitos. Es lo que cita M. Coeckelbergh (2021, Cap. 9, pp. 87, 90-96, 107-123, etc.) sobre el problema del sesgo o rumbo en el comportamiento, donde lo moral tiene tanta presencia e importancia. Sin duda, la IA puede conducir a nuevas formas de manipulación, vigilancia y autoritarismo, porque, en efecto, el mundo no está sólo habitado por personas jóvenes y sanas sino por niños, ancianos y personas con importantes discapacidades.

 De forma parecida, otros autores como J.I. La Torre Sentis (2019, p. 130), en relación con estos procesos individuales y colectivos de prácticas de la IA, observan una dirección clara hacia el determinismo: si las leyes que nos rigen están determinadas, todo nuestro futuro está fijado. El determinismo estricto implica que no hay azar ni libre albedrío. No hay espacio para  el bien, para ayudar, para apasionarse o para deprimirse, porque todo está fijado  por las leyes básicas del universo ¿Dónde situar al azar, la casualidad y el libre albedrío como expresión directa de la dignidad de la persona humana?

Por todo ello, creo que frente a la IA se debe exigir moralmente la participación de todos y muy variados investigadores en torno a la resolución de problemas. Es una conclusión obligada, que concluye el mismo autor que acabo de citar: la inteligencia artificial  avanzada plantea  problemas legales y éticos  que requieren la colaboración de todas las visiones de la sociedad. Deben juntarse en una mesa los especialistas en leyes, en economía, en ciencias exactas, en tecnología, en ciencias sociales, en arte, en todo. Nuestros pactos de convivencia requieren  discusiones no triviales, hechas por personas de formación y sensibilidades diferentes (J.I. Latorre, 2019, pp. 216 y ss. y 229).

Esta imprescindible participación es una segunda obligación moral muy importante; pero, esta nueva exigencia no siempre es compartida por los responsables educativos, poco comprendida por algunos investigadores, -demasiado ocupados de sus metodologías técnico-científicas-, y está muy distanciada de las decisiones políticas. No es suficiente con la participación de algunos expertos e investigadores,-algo que ya se está haciendo en foros y seminarios universitarios-, si antes no se comprende lo que significa la transversalidad disciplinar. Porque respecto a la IA no solamente se requiere la presencia de los expertos tradicionales en ciencias sociales, como psicólogos, sociólogos, comunicólogos, incluso historiadores, sino, además, son necesarios los filósofos, novelistas…, e, incluso, investigadores en la mística y el pensamiento religioso. Al debatir y clarificar las ideas, que se proponen o derivan de la práctica de la IA y la persona humana, se tocan muchos palillos.

He ejercido la docencia universitaria y no universitaria durante muchos años y siempre creo haber tenido clara mi responsabilidad como profesor: no era enseñar solamente un oficio, sino algo más diferente y complejo, enseñar al alumno a ser persona. Un proceso que dura toda una vida y donde el razonamiento filosófico, es una clave imprescindible para relacionar y comprender la generalidad y extensión de un problema. Lo mismo sucede con la IA a la hora de hablar de las consecuencias de su uso, origen y connotaciones ideológicas y de pensamiento. Además, no debemos olvidar que en los actuales espacios sociales en los que vivimos actualmente también nos acompañan las desviadas políticas populistas, llenas de ideología, pero vacías de sentido. La persona humana es un ser que no cabe matematizar, sino un ente que se extiende y siempre se sitúa fuera de lo inmediato y empíricamente comprensible. La persona humana es un ser que trasciende contenidos y se trasciende a sí misma en constante transformación.  

En efecto, es muy posible que en esto de la IA tengamos que superar la noción de cultura propia y pasar a una idea de una humanidad de diferentes culturas. Quizá empieza a ser urgente algo que desde hace casi dos siglos atrás ya empezaba a plantearse en el pensamiento filosófico: no cabe hablar solo de Occidente sino también de Oriente. Formas de pensar que hay que poner en seria y productiva colaboración; porque hablar de la persona humana, -lo acabo de decir-, es hablar de algo que se transforma continuamente, que frente a los límites inmediatos se trasciende e, incluso, se auto-trasciende en nuevos planos de la realidad.

 

[1] Ver https://unreasonablegroup.com/

 

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