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La soberbia tecnológica está erosionando nuestra humanidad

Hace 20 años, con ocasión del desarrollo de un sistema de trabajo remoto para mi empresa, le planteé a nuestro proveedor tecnológico si era posible incluir una serie de prestaciones dentro del mismo. Su respuesta fue “tecnológicamente, cualquier cosa que puedas imaginar se puede hacer, a lo mejor no existe la solución ahora, pero se puede desarrollar”.

La respuesta, por aquel entonces, me pareció fascinante: posibilidades de hacer sin límites. Hoy me resulta menos atractiva y más peligrosa, encierra ciertos aires de “soberbia tecnológica”. Pensar que la tecnología puede hacer cualquier cosa que puedas imaginar debe generar una sensación de poder muy grande, un poder absoluto, imperial, napoleónico.

Un poder ilimitado que hoy ejercen los llamados “consorcios digitales”, como Amazon, Google, Facebook o Apple: controlan nuestra atención, nuestros datos, nuestra privacidad, escuchan nuestras conversaciones, determinan que películas o vídeos vemos, qué música escuchamos o qué noticias leemos. También los fabricantes tecnológicos con prácticas como la obsolescencia programada, reduciendo de forma intencional la vida media de los aparatos electrónicos para forzarnos a comprar otros nuevos: impresoras que dejan de funcionar cuando alcanzan un número determinado de impresiones; lavadoras que se estropean a los 2.500 lavados y ya no se pueden reparar; baterías de móviles programadas para durar menos de dos años o televisores limitados en 20.000 horas de duración, son algunos ejemplos.

Resulta paradójico que puedan crear teléfonos cada vez más inteligentes, robots con características humanas y no sean capaces de producir ordenadores, televisores y otros dispositivos que duren más tiempo. Más lo es el empeño de algunas de estas empresas por alargar la vida humana[1] en paralelo a reducir la de los objetos tecnológicos que venden. La razón es evidente: más años de vida humana para consumir sus productos, menos duración de estos, más ventas e ingresos. El impacto negativo que ello produce en el medioambiente, la economía o salud de las personas, parece no importar.

El absolutismo tecnológico se extiende por todas partes: nuestra privacidad está expuesta continuamente, los escándalos sobre brechas de seguridad o venta de datos personales son habituales, incluso, con nuestra información más sensible y vulnerable relativa a la salud mental[2]; ChatGPT y otras aplicaciones de IA parecen campar a sus anchas sin control: invención de noticias sobre acoso sexual[3], imágenes y obras de arte generadas por IA que engañan a jurados y ganan concursos de fotografía y pintura[4], canciones creadas por IA con las voces de artistas reales sin su consentimiento[5] o las estafas que se están produciendo mediante deepfakes[6]. Sin contar con los abusos laborales descubiertos en torno a ChatGPT y otras aplicaciones IA.[7]

La soberbia es un sentimiento de superioridad frente a los demás, provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos y actúa teniendo únicamente en cuenta la propia satisfacción y vanidad, hasta el punto de creer que se está por encima de todo y todos, del bien y del mal. Las empresas tecnológicas están pecando de soberbia, no miden las consecuencias, para el ser humano y el medio ambiente, de los productos que lanzan al mercado.

La tecnología se ha vuelto soberana y las relaciones de poder se han invertido: ha dejado de ser un medio para lograr nuestros fines porque se ha convertido en el fin y utiliza a los seres humanos como medio para conseguir los suyos y seguir aumentando su poder. Somos su fuente de datos, sus creadores y divulgadores de contenido y sus informadores. ChatGPT, el chatbot Bard de Google o Bing de Microsoft utilizan los contenidos que han creado y compartido en internet millones de personas sin su consentimiento y sin contraprestación[8].

Se ha convertido en la medida de todas las cosas: es el indicador del progreso, la garantía de la rentabilidad, del ahorro de tiempo, de la comodidad y de la ampliación de nuestra libertad. Es omnipresente y está dando lugar a la aparición de personalidades mesiánicas que se erigen en gurús del progreso y “pastores tecnológicos” que predican las bondades de la tecnología apelando a una especie de “reino de los cielos tecnológico”. La salvación es la tecnología, si no practicas esa religión acabarás condenado al infierno. Que se lo digan a las personas mayores, que están sufriendo un destierro vital a causa de ella.

Su poder de seducción es tan grande que ha colonizado nuestra razón, que ha sido sustituida por una fé ciega tecnológica a la hora de tomar decisiones. Muchas son las personas que están padeciendo las consecuencias de sus cantos de sirena. Que se lo digan a quienes se dejaron llevar por mensajes como: "hazte programador y nunca te faltará trabajo" y hoy están afectados por los despidos masivos de las tecnológicas[9]; “invierte en bitcoin y hazte millonario rápido” que han perdido su dinero con la crisis de las criptomonedas en el 2022; o quienes se dedicaron a coleccionar obras de arte digitales (TFT) pagando millones por ellas[10] y ya no tienen apenas valor.

El tecnocentrismo inunda nuestras vidas. La tecnología está en el centro de todo, presente cada día en la mayor parte de nuestros actos. Dirige nuestra atención a través de las notificaciones, controla nuestras acciones mediante el monitoreo y la vigilancia, influye en nuestras decisiones por medio de algoritmos. No existe vida sin tecnología: quedarse sin internet o sin móvil se vive como una angustia existencial, como si nos faltará el aire para respirar. Hemos llegado a desarrollar un miedo irracional a estar sin teléfono móvil (nomofobia).

Su estrategia de dominación se basa en la seducción, nos promete placer y comodidad de forma fácil y rápida: necesito reconocimiento para alimentar mi autoestima (el like de facebook), necesito sexo (tinder), necesito entretenimiento (netflix, apps de videojuegos), necesito relajarme (app de mindfulness), necesito respuestas (chatgpt), necesito comer (glovo), necesito cualquier cosa (amazon). Quedamos atrapados en sus recompensas a corto plazo y no atisbamos a ver las consecuencias negativas a largo plazo: estrés tecnológico, adicción[11], déficit de atención y concentración, alteración del sueño, aumento de la impulsividad y disminución del autocontrol, pérdida del control de nuestras vidas a través de los datos que proporcionamos y la monitorización de nuestro comportamiento. También está erosionando nuestro pensamiento, como señala Nicholas Carr, cada vez es menos profundo y de menor calidad[12].

La tecnología aporta muchas ventajas, pero cada beneficio conlleva un coste. Deberíamos exigir un prospecto tecnológico, al igual que existe para los medicamentos, que nos informe de los efectos secundarios de su uso. Deberíamos plantearnos si compensan los beneficios que aportan.

La soberbia tecnológica está erosionando nuestra humanidad, igual que la radiación erosiona la capa de ozono. Con su estrategia seductora de mejorar nuestra vida, va anulando poco a poco nuestras capacidades humanas: la voluntad para controlar el impulso y mantener la atención y concentración a raya, la capacidad de pensar razonadamente para poder tomar buenas decisiones, nuestro contacto con el otro, que son clave para la empatía y la comunicación. Cada vez seremos menos sujetos y más objetos a merced de su poder y control.

"El peligro no es que la IA nos destruya, sino que nos vuelva locos y estúpidos, lo que está en riesgo no es nuestro puesto de trabajo, sino nuestras capacidades humanas.” Jaron Lanier.

La soberbia es voraz y no tiene límites. Sin estos las relaciones, las sociedades y la vida se desequilibran y se rompen. Lo estamos viviendo con la sobreexplotación de la naturaleza y los desastres climáticos. Es tiempo de tomar acción para que el ser humano no sea sobreexplotado por la tecnología erosionando su humanidad.

 

[1] Fuente: El Confidencial https://bit.ly/41P8bmx

[2] Fuente: Business Insider ” El escalofriante lado oscuro de la terapia online” https://bit.ly/411WE1U

[3] Fuente: https://bit.ly/3LtGZms

[4] Fuente: https://bit.ly/3ANMGa0; https://bit.ly/3Nx0ope; https://bit.ly/3LY1d9v

[5] Fuente: https://bbc.in/42jrV1k

[6] Fuente: https://www.itsitio.com/ar/deepfake-estrategia-de-engano-cibernetico-creada-con-ia/

[7] OpenAI subcontrata empresas en Kenia, Uganda o India que también trabajan para Google, Meta y Microsoft, que emplean a personas por sueldos de 1,22 y 1,85 euros la hora para supervisar contenidos. Fuente: El País https://bit.ly/3oZLqxQ

[8] Fuente: The Wall Street Journal https://on.wsj.com/3LqW8ox

[9] -"Los ingenieros de software es el colectivo que más despidos ha sufrido este año 2023, según datos de Revelio Labs.

[10] “Un tuit que se vendió por 2,6 millones ahora no vale ni 300 euros: ¿ha estallado la burbuja de los NFT?”. https://bit.ly/3NvtCVy

[11] Fuente: https://bit.ly/40SfLeU

[12] Fuente: Entrevista en La Voz de Galicia. https://bit.ly/42gDJ4v

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