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La Economía social engloba un conjunto de organizaciones que tienen entre sus valores corporativos y su modo de hacer empresa un fuerte componente social, como su propio nombre indica. Para la economía social, el centro del proyecto son las personas, y la ética, la participación, el compromiso o la transparencia son valores fundamentales.

Pero también es cierto que Economía Social no es sinónimo de Responsabilidad Social, aunque se hayan dado por sinónimos, y no por ser empresas de la economía social podemos afirmar –al menos no en todos los casos- ser empresas 100% socialmente responsables.

Las organizaciones de la Economía Social tenemos mucho que decir en el discurso de la Responsabilidad Social, pues compartimos ya desde nuestros inicios valores fundamentales de ésta, pero no por eso debemos dejar de incorporar aspectos concretos, tangibles y medibles, que legitimen ese discurso.

¿Cuántas de las organizaciones en las que trabajamos miden sus impactos medioambientales? ¿Cuántas tenemos un control del comportamiento ético de nuestros proveedores?  ¿Cuántas manifestamos nuestra responsabilidad social en el acto de abastecernos de productos y servicios?

Los productos que consumimos a diario en la oficina: café, azúcar, productos de limpieza, ¿son de comercio justo y/o ecológicos y/o producidos por empresas de la economía social? Los consumibles de oficina: papel, bolígrafos, carpetas ¿son reciclados o biodegradables? Los regalos para las ferias y eventos, ¿han sido escogidos con algún criterio social o medioambiental?

Y a la hora de seleccionar a nuestros proveedores de servicios (mensajería, catering, limpieza, jardinería, etc.) ¿priorizamos a aquellos que –en igualdad de relación  calidad/precio que el resto de empresas- son proporcionados por empresas de inserción socio-laboral o centros especiales de empleo, ambos modelos de empresa que generan oportunidades laborales para las personas con más dificultades?

Y respecto a nuestros proveedores de servicios financieros ¿nos detenemos a analizar a quiénes les estamos llevando negocio y lo que con ello generamos? ¿Estamos utilizando productos financieros éticos, ya sean de ahorro o financiación?

Con cada decisión de compra -tanto las pequeñas, cotidianas y con poco impacto en el negocio, como con aquellas decisiones de compra más relevantes- las organizaciones manifestamos unos valores y un modo de entender la empresa. Con cada decisión de compra tenemos la oportunidad de potenciar un modelo de empresa más sostenible consumiendo de aquellos que hacen las cosas bien.

Debemos empezar a conocer a nuestros proveedores, dando oportunidad a empresas que, además de proporcionar un producto o servicio de calidad, persigan impactos sociales y medioambientales positivos. Los que formamos parte de la Economía Social tenemos que ser ejemplares en esto, y afortunadamente existen multitud de alternativas y ofertas justas y solidarais. Apoyarlas se traducirá en cambios en la sociedad que merecerán la pena.

Christian Mecca

Gerente de Fundación Novaterra

Publicado en Revista Espai Cooperatiu, FEVECTA, Nª 225 (ene.-feb. 2012)

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