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«No somos mercancías en manos de políticos y banqueros» se leía en la tela que portaban en primera fila. Detrás, miles de ciudadanos madrileños irrumpieron en las calles el domingo 15 para expresar su hartazgo con el modelo económico y social. Fue el inicio, algunos se quedaron en La Puerta del Sol, la plaza más céntrica de Madrid, expandiendo su mensaje a más ciudades españolas y europeas. Hay quien analizará el fenómeno con etiquetas miopes: «antisistemas», «antiglobalizadores», «indignados».  Hay quien se quedará en las anécdotas sin entrar en los asuntos de fondo. Otros lo apoyarán, algunos mirarán a otro lado; y otros atacarán a este movimiento que no ha sido promovido por partidos políticos o agrupaciones sindicales. Los ciudadanos de la plataforma convocante -Democracia Real Ya- no se sienten representados por esas organizaciones.

Las protestas en Madrid han tenido repercusión mundial y ya ha sido bautizada como la “Spanish Revolution”, como lo recoge el diario BBC Mundo en su edición del 18.05.2011. En el mismo artículo Pablo Gómez, uno de los portavoces,  expresa su opinión: "Somos ciudadanos comunes y corrientes, no pertenecemos a ningún partido ni a ninguna asociación. Nos sentimos decepcionados, estafados por el sector financiero, hartos de la hegemonía política, del bipartidismo". Pablo parecía contestar al triste espectáculo que están dando los líderes de diversos partidos políticos estos días, tratando de manipular y de ganar réditos del denominado Movimiento 15-M, cuando constituyen uno de los principales focos de sus críticas.

Motivados por las manifestaciones en países árabes, en Grecia, o las ocurridas en marzo en Portugal -donde se produjeron marchas en diferentes ciudades que sumaron más de 500 mil personas- los ciudadanos españoles salieron decididamente a expresar su opinión en unas 50 ciudades de la península. Otro lema muy recurrente es el que ha escogido una agrupación participante llamada Juventud Sin Futuro: «Sin casa, sin curro, sin pensión y sin miedo». Ciertamente son jóvenes los principales actores, pero no son los únicos, en las calles se ven personas de mediana y avanzada edad. Un cartel significativo lo resumía así: «Nietos en paro, abuelos trabajando».

Quizás ancianos ensayistas como Stéphane Hessel o Juan Luis Sampedro hayan aportado su granito de indignación. Tal vez Islandia y su reciente reforma democrática sea otro referente. La actitud indolente de ciertos grupos empresariales que pretenden aprovechar la crisis económica para recortar derechos laborales; las medidas de los políticos gobernantes que empiezan por ajustar a los ciudadanos más desprotegidos, mientras otros, implicados en casos de corrupción se muestran groseros y desafiantes. Finalmente es intrascendente saber cual fue la gota que colmó el vaso. Lo cierto es que el Movimiento 15-M parece diferente a otros predecesores. Allí, en la plaza donde están ahora, nadie quema nada ni destruye nada. Allí limpian la basura que generan y se auto organizan en asambleas democráticas, en su improvisado campamento. Empiezan a buscar ideas, consensos, aportes.

Hace poco, en abril, murió el escritor Ernesto Sábato. Algunas líneas de su libro Antes del Fin suenan proféticas: «Miles de personas, a pesar de las derrotas y los fracasos, continúan manifestándose, llenando las plazas, decididos a liberar a la verdad de su largo confinamiento. En todas partes hay señales de que la gente comienza a gritar: ¡Basta!... Mostrándonos que en estos tiempos de triunfalismos falsos, la verdadera resistencia es la que combate por valores que se consideran perdidos... Les propongo entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizá ya lo está haciendo, de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno».

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